Durante esta semana de celebración por el “Día de Muertos”, sumándose como parte de una fusión cultural al famoso Halloween, niños y niñas del hogar desde hace años son los actores principales. Salir a pedir la calaverita no solo debe entenderse como un juego de niños, es algo más, es la forma de preservar la tradición, poco a poco mermada.
Los niños que el día de hoy van y tocan puertas de las casas de sus vecinos para pedir “su calaverita”, lo hacen vestidos con disfraces terroríficos o de personajes de la moda, portando cubetas de plástico o bolsas con las que llenarán de dulces, chocolates y golosinas; sin embargo, esta práctica que por años se ha mantenido vigente, comienza a perder fuerza y a transformarse en un juego de disfraces y colecta de dulces, más con la influencia del Halloween estadounidense. La calaverita de chilacayote es una costumbre que poco a poco se va perdiendo, pero que en antaño representaba todo un evento para los niños y las familias mexicanas.
La preparación de esta tradición iniciaba días antes, con la compra de un chilacayote, el cual era ahuecado y tallado para después colocarle una vela o veladora para iluminar su andar; no se pedía dulce o truco, los niños simplemente tocaban las puertas en las colonias y recibían en especie monedas que guardaban en simples morralitos para gastarlas al día siguiente en la feria o tianguis del pueblo.
Hoy todo eso ha cambiado, los niños ya no usan chilacayote, sino cubetas de plástico o botes de refresco, y ya no piden calaverita, sino dulces o chocolates.
Aunado a esto, las familias ya no acostumbran iluminar sus casas con veladoras, ni ponerles ofrenda a sus difuntos, por lo que cada año se van perdiendo más las costumbres y tradiciones mexicanas que por generaciones se fueron transmitiendo, dejando en las nuevas generaciones una cultura más importada que propia.











