Una emboscada infernal segó la vida de ocho elementos del Ejército Mexicano en el poblado El Santuario, municipio de Los Reyes, Michoacán, tras detonar una mina terrestre colocada estratégicamente por grupos criminales. Los militares, miembros de la élite Fuerza Especial de Reacción e Intervención (FERI), viajaban en un vehículo táctico blindado cuando la explosión los sorprendió en plena zona montañosa. Seis de ellos murieron en el lugar; los otros dos fallecieron tras ser trasladados de urgencia al hospital de Apatzingán. El artefacto, conocido como “narco-mina”, fue instalado con precisión quirúrgica en la frontera con Jalisco.
El Ejército mantiene un feroz despliegue aire-tierra para dar caza a los responsables de este cobarde ataque que revive los horrores de la guerra contra el crimen organizado. Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum lamentó el hecho y expresó condolencias a los familiares de los caídos, aunque defendió su estrategia de seguridad asegurando que “los homicidios van a la baja”.











